lunes, 30 de julio de 2007

UNA MIRADA A LA PARANOIA: A SCANNER DARKLY

Más que un simple género literario o fílmico, la ciencia ficción se ha convertido en un medio muy efectivo para la crítica social y política, pues tiene la posibilidad de mostrarnos el futuro posible de acuerdo a las circunstancias del presente. Así pues, grandes personajes han tomado parte en el intento de construir escenarios posibles, generalmente distópicos, para situar al ser humano de acuerdo a los acontecimientos que les tocó experimentar en carne propia: Mary Shalley y los cambios dramáticos en la era de la revolución industrial; H.G. Welles y las tensiones entre potencias de los primeros años del siglo XX, además del desarrollo de la ciencia de la misma época; Aldous Huxley y las dos guerras mundiales, Orson Wells y el incipiente poder de los medios sobre las masas, George Orwell y la Guerra Fría, Stanley Kubrick y la carrera espacial, etc.

Para el escritor norteamericano Philip K. Dick, el punto de partida de su obra A Scanner Darkly fueron las investigaciones por parte del FBI de las que fue objeto y los ataques paranoicos que sufría, producto, entre otras cosas de la criminalización de los consumidores de drogas durante el gobierno de Richard Nixon, incluyendo a algunos intelectuales. En palabras del propio Dick en una entrevista que otorgó en Francia en 1977: “Cualquiera como yo que creció y formó parte de la contracultura de Berkeley (California), se convertía en un hombre marcado durante la administración de Nixon”.

La novela cuenta la historia de Fred, un agente de narcóticos, que obedeciendo las órdenes de sus superiores y bajo la identidad falsa de Bob Arctor se convierte en un consumidor y traficante de la Sustancia D, la principal droga ilegal contra la que lucha el gobierno. Debido a su adicción, después de un tiempo Fred y Arctor se convierten en identidades separadas, y mientras el equilibrio mental de Bob va perdiéndose, Fred lo vigila de cerca para entregar cuanta información de sí mismo encuentra a “Hank”, su superior, otro agente encubierto.

Favoritas entre las obras literarias para ser adaptadas a la pantalla grande, - basta recordar el caso de la novela Do androids dream about electric sheeps? convertida en el clásico de Ridley Scott, Blade Runner (1982)- la pluma de Dick en A Scanner Darkly fue trasformada a guión por el director Richard Linklater para crear la cinta del mismo nombre estrenada en 2006, que a México llegó bajo el título de “Una Mirada a la Oscuridad” directo a DVD, protagonizada por Keanu Reeves, Robert Downey Jr. y Winona Ryder.

Linklater tiene en su filmografía temáticas tan diversas como el fallido western The Newton Boys (1998), el romance inteligente de Before Sunrise (1995) y su continuación Before Sunset del 2004, la cual le valió una nominación al Oscar por mejor guión adaptado; así mismo dirigió la comedia School of Rock (2003) protagonizada por Jack Black y la controvertida Fast Food Nation (2006).

Ahora, en esta su incursión en forma dentro de la ciencia ficción, sale bien librado -a pesar de lo lenta o confusa que pueda parecer la obra en un principio- gracias a la técnica y la estética que utiliza, la cuidadosa selección del reparto y el aire de actualidad que le imprime a la historia: “Aunque estamos oficialmente en el terreno de la ciencia ficción, yo no lo sentí así. Se siente muy contemporáneo, muy verdadero”, explica el cineasta texano. La acción se sitúa a siete años del presente, según reza el texto al inicio de la película, transición temporal que es palpable sobre todo en el despliegue de alta tecnología que la policía tiene a su cargo para monitorear en todo momento los movimientos de los traficantes de drogas. Entre estos adelantos científicos esta un traje que permite a los agentes guardar su verdadera identidad a través de la proyección constante de imágenes de otras personas sobre él.

De haber sido una producción convencional, probablemente el dichoso traje hubiera sido un dolor de cabeza para el director, sin embargo, esta cinta está filmada en una técnica de animación llamada rotoscope. Para llevarla a cabo, la película se filma primero a la manera tradicional, y después por medio de un software especial se crea el efecto de semi- realidad en la imagen, y además se agregan detalles o se eliminan otros en la edición, como el traje. Cabe mencionar que este estilo da un énfasis muy interesante a la expresión facial de los personajes cuando se les hacen close ups, en este caso especialmente al personaje de Revees.

Durante todo el filme está presente la incertidumbre en la cual vive el agente Fred y su alter ego Arctor, y quien mejor para interpretar a un hombre confundido que Keanu Reeves, quien mantiene una expresión natural de desconcierto, de inseguridad pero al mismo tiempo demuestra la conciencia de quien asume su rol. Para Fred/Arctor nadie está exento de sospechas y la lealtad no existe. Por un lado, el agente Fred tiene a “Hank”, alguien que como él usa uno de esos trajes que ocultan su verdadero rostro, ordenándole qué hacer, pidiéndole información. Por otra parte, Bob Arctor vive en una casa maltrecha con otros dos adictos, en los que no confía: James Barris, interpretado por el siempre agradablemente sobreactuado Robert Downey Jr, y Ernie Luckman (Woody Harrelson). Un tercero, Freck ( Rory Cochrane) los visita frecuentemente; es un personaje que se siente externo pero a través de él podemos ver que tan lejos llegan los efectos paranoicos de la Sustancia D. Son estos personajes secundarios los que dan cierto tono de humor ácido a la cinta, uno de sus principales atractivos.

Otro personaje constante en la vida del protagonista es Donna Howthorne, una adicta a la cocaína que surte a Arctor de Sustancia D. Esperando que le presente en algún momento a quien le da la droga a ella, Bob compra cantidades cada vez más grandes del narcótico; al mismo tiempo parece desarrollarse una relación sentimental, aunque asexual, entre ellos.

En sus encuentros y desencuentros con la realidad debido a la ya grave lesión cerebral causada por la Sustancia D, Fred/Arctor tiene el recuerdo latente de un pasado que comienza a escapársele, en su memoria aparecen una mujer y dos niñas- su esposa e hijas- pero, ¿por qué él no está con ellas?, ¿a quién espía realmente?, ¿quién es Donna?, ¿qué es lo que el omnipresente scanner puede ver? ¿Quién es Bruce?

Este es el trailer...ojalá le echen un ojo a la película


viernes, 13 de julio de 2007

MARAÑA DE CONTRADICCIONES

No creo que la gente piense que soy una contradicción andante…tal vez sí lo crean las personas que me conocen muy bien, pues ya alguna vez he escuchado cosas como “no pareciera que te guste el rock”, y mi favorita personal: “eres una fresa que se niega a serlo” – gracias Eli-. Pero ese no es el punto. “No en vano me llaman ´pequeña maraña de contradicciones´”, leí hace muchísimo en el Diario de Ana Frank y la frase se me quedó muy grabada.

La contradicción que yo encuentro resulta de preguntarme: ¿por qué deje de escribir? Cuando iba a la primaria me gustaba escribir cuentos, fábulas moralistas con la única finalidad de que mis maestras dijeran: “¡Qué bonito escribes!, ¡sigue así!”, y de donde salieron títulos como “La niña y sus juguetes” – sobre una pobre huérfana que intenta cambiar sus muñecos de trapo por las medicinas que salvarán la vida de su abuelita- , e incluso una saga completa titulada “El país de los animalitos” – híbrido extraño entre las películas de Disney y El viento en los sauces, claras evidencias del esmerado ejemplo que me daban en mi casa- . Iba gritando a los cuatro vientos que quería ser escritora, al mismo tiempo historiadora o arqueóloga. Pensándolo bien, en esa época también escribía para que Danielito pensara que yo era una niña muy inteligente, era el niño más aplicado y con quien siempre estaba en franca competencia literaria, aunque nunca lo pude opacar, dicho sea de paso.

La secundaria fue divertida pero superficial. Cambie la pluma, el papel y los libros de historia por la revista Tú, la música pop, MTV y las series de Sony Entertaiment Television. Aún así, todavía gané un concurso de la SEP, con otra de esas historias infantiles que eran mi especialidad: “La historia de Pico, el gorrión”, un cuento en el mismo sentido que los otros, pero al cual, dí un final de tragedia griega – que hizo llorar a mi mamá - para que fuera más “maduro”.

Hasta ese momento iba por buen camino, digo mi escritura era mediocre, pero andaba por la vida mostrándole mis cuadernos a media humanidad. Después me perdí…durante la preparatoria mis inseguridades no me dejaron otro espacio más que el de mi diario. Un miedo absurdo, ahora lo sé, a la exposición pública, al ridículo y a la crítica me dejaban pasmada, y a más de uno se le hizo extraño que fuera a estudiar Comunicación, porque claro, más que contradictoriamente, mi pretensión más grande en ese entonces era conducir en radio o escribir en una revista, justo cuando lo que más terror me causaba en la vida era ser leída o escuchada. En fin, después se me cruzó el cine, pero esa es historia aparte.

Ya en la Universidad sería reprochable seguir negándome a que alguien dé su opinión sobre lo que hago. Escribir un blog era ya atractivo desde hace un tiempo pero últimamente – un poco antes de que el ocio vacacional me atrapara por completo- me hice asidua visitante de los espacios de algunos amigos (los links están en la columna de la derecha) y terminé por convencerme. Vaya ventajas que nos da la tecnología, si esto hubiera existido en los 50´s seguro que Godard (God- Art?) y Truffaut así hubieran empezado a ser los críticos que terminaron por convertirse en cineastas.

Pues bien, después de esta catarsis en todo el sentido aristotélico de la palabra, espero ya no volver a mostrarles mis traumas aquí, sino más bien un poco de lo que veo, leo, escucho, visito y por supuesto, escribo. Algunos textos ya caducaron, pero igual los voy a publicar. Esperemos que la Red atrape a algún lector despistado, a mis amigos y una que otra araña de Marte.