miércoles, 26 de marzo de 2008

UN CUENTO, QUE PARECE DE OTRO TIEMPO (pero no lo es...)

Hace mucho que no escribía un cuento...este lo acabé a principios de febrero pero lo refundí en los archivos de mi computadora. Ciertamente quise fusilarme (hacer un homenaje, suena mucho mejor) el estilo de la literatura romántica de Jane Austen, o de otras novelistas como Louise Alcott o las hermanas Brönte. Esto se debe un poco porque el primer libro que leí cuando era niña fue Mujercitas, y su visión empalagosa ha marcado mi existencia; otro poco quizá, por las muchas obras de estas que han sido llevadas al cine y que he tenido la oportunidad de ver: la misma Little Women, Emma, tres versiones distintas de Jane Eyre (incluída en la que el gran Orson Welles actúa como Mr. Rochester), y más recientemente Orgullo y Prejuicio. La razón principal es percatarme que en la comedieta de la vida, las relaciones humanas, en esencia, no son tan diferentes…han cambiado las formas pero no las motivaciones: nadie quiere pasar una vida solo, y todos queremos escoger a la mejor persona para acompañarnos… quien sabe, tal vez de verdad I´m an oldfashioned…
***
Los pies desnudos bajando la escalera, apenas alumbrada por la débil llama de la vela…su mano temblorosa se acercó para descubrir el rostro que se ocultaba bajo el manto…

El resplandor de unos ojos grises y luego…nada. Una fuerza poderosa la arrancaba de aquel encapuchado, y sintió terror. Pero la voz… escuchaba su voz…

“Duerme, mi dulce doncella…duerme, mientras la oscuridad
de mis fauces no hayan desecho aún tu casto corazón,
mientras el opio de mi aliento no haya envenenado tus incautos labios.
Duerme…
porque así dormida tu inocencia te protege.
Ve hacia la vida, yo esperaré paciente mi hora…”
Las ramas secas de los árboles cercaban el camino por donde corría el elegante carruaje. En su interior, Emily Whistler acomodaba sus bucles, mientras Eloise Gardiner se miraba constantemente en el espejo y las hermanas Jane y Claire Bolder, observaban la escena.

-Dejen de soñar, en casa de la anciana Rochester nunca hay lo que llaman “un buen partido” – dijo Claire, sumida entre su vestido color perla desde una esquina del carruaje.

Durante toda la semana no se había hablado de otra cosa: vestidos, plumas, carruajes…era tan monótona la vida en Woodshire que ante la mínima agitación, cualquier nadería se convertía en un gran evento social. Cuando arribaron a la mansión, Lady Rochester recibía personalmente a sus invitados; pero en cuanto vio llegar al grupo de las señoritas Whistler, Gardiner y las Bolder se apresuró hacia ellas y sin siquiera notarlo, la venerable anciana las conducía ya hacia un grupo de jóvenes que charlaban en el salón.

- Quiero presentarles a mis sobrinos: William y Joseph Lawrence, y algunos de sus amigos Mr. Hammett, Mr. Jones y Mr. Dashwood. Acaban de llegar de Paris, para pasar una temporada conmigo. Ellas son las señoritas…

Los jóvenes se saludaron haciendo la usual reverencia, de forma torpe y evitando verse entre sí a los ojos. Una vez que la señora de la casa los había dejado solos, nadie habló, todos levantaban la mirada y apenas sonreían.

- Es un bonito lugar para vivir este, ¿verdad? – dijo tímidamente Joseph.
- ¿Sabe?, Yo no paso aquí todo el tiempo, en realidad vivo en Londres.- dijo en un tono muy suave Emily.
- ¿De verdad? Yo vivo muy cerca…visito Londres muy a menudo…

Y Miss Whistler y el mayor de los Lawrence se separaron del grupo. Richard Jones se escabulló argumentando que iba por algo de beber. William, y George Dashwood se acercaron a Jane y Eloise para charlar; cuando Claire estaba a punto de disculparse y pretendía salir huyendo de un cuadro que le resultaba tan patético, Mr. Theodor Hammett la sorprendió diciendo en un tono que a ella le pareció intimidante:

-¿Bailaría usted conmigo, miss Bolder?-
- Será un honor, Mr. Hammett- dijo nerviosa, pero tratando de no perder ni un ápice de elegancia y serenidad.

Bailaron en silencio por unos minutos…

- ¿Así que estudia usted en Paris, Mr. Hammet?
- Así es, fue una corta estancia, en realidad. Me graduaré en Oxford en otoño. Soy un esclavo del conocimiento miss Bolder; pero sobre todo amo profundamente pintar…
- ¿De verdad?

Una hora más tarde ambos se desenvolvían con naturalidad uno con el otro, Claire había descubierto que su compañero de baile y ella tenían la misma pasión por los lienzos y los colores. Ella le habló de su desaliento porque en su condición femenina no podía acercarse más a tan hermoso placer, pues para ella debía ser sólo un adorno que atraería un marido en su futuro. Él, le contaba acerca de los colegios para señoritas en Francia, y la libertad de la que gozaban.

Llegó la hora de la cena y cada quien se fue a la mesa de sus familias.

- Así que Mr. Theodor Hammett resultó interesante…- dijo maliciosamente Eloise a Claire.

Por supuesto que le había parecido interesante: era un joven apuesto, culto y sobretodo, tenían el mismo secreto anhelo de dedicar sus vidas al arte. Ella sabía que él era el chico que había esperado, aquel que había modelado en su mente como perfecto, el que…

Unas risas escandalosas llegaron hasta sus oídos. Miss Caroline Fairfax, quien más podría ser. Con qué pobre diablo estaría coqueteando descaradamente en este momento, se preguntaba Claire, sólo los idiotas podrían pasar por alto que su cabeza sólo se distingue por el enorme peinado y ella toda, en realidad, sólo resultaba un enorme escote.

El idiota era Theodor Hammet.

La velada transcurrió sin que Theodor volviera a acercarse a Claire. Si acaso le sonreía desde lejos mientras bailaba con la odiosa señorita Fairfax.
“Duerme mi dulce doncella, duerme, y vive mañana…
Tú sola encontrarás el camino cuando haya llegado el momento,
cuando mi mirada guíe los pasos que te traerán hacia mi cobijo malhechor”

Y el mal sueño seguía repitiéndose en la oscuridad diaria.

Ah que cosas...si ella bien podría ser la protagonista...

Aquel verano transcurrió tan diferente a todos los demás. Joseph Lawrence se desvivía en atenciones para Emily, mientras que su hermano menor buscaba cualquier pretexto para conversar con Jane. Cosa contraria le ocurría a Eloise, quien en vano trataba de acercarse al joven Dashwood, sin siquiera notar que los ojos azules de Richard Jones no dejaban de mirarla.

Theodor Hammet, sin embargo, igual prodigaba atenciones y cualquier clase de tonterías a todas las chicas, y por supuesto, frecuentaba las reuniones a las que Claire asistía. Platicaban por horas, y luego, él desaparecía en el momento menos esperado.

Claire lo buscaba, ya no estaba en posición para negarlo frente a sus amigas; disfrutaba cada momento que compartía con Mr. Hammet, y una sensación, hasta ahora extraña en su vida, la invadía cuando lo veía rodeado por las jóvenes de la alta sociedad woodshiriana.

Sin embargo, en su mente también estaba clavada aquella terrorífica mirada del encapuchado. ¿Quién era ese hombre que se había apoderado de sus noches, de su descanso, de sus sueños? Lo olvidaba por las mañanas con todo el ruido que había a su alrededor. La joven Bolder no se hacía estas preguntas sino hasta unos minutos antes de meterse entre las sábanas, en el silencio de su habitación y de sus pensamientos. A veces temía dormir, pero otras tantas ansiaba el momento de encontrarse de nuevo con la temible figura del hombre bajo el manto negro.

Una mañana, el curso de los eventos dio un giro inesperado. Theodor Hammett se presentó intempestivamente en la casa de los Bolder.

- Miss Claire, yo…pues…he escuchado…bueno, a decir verdad, fui informado acerca de los sentimientos que usted alberga hacia mí…y…sólo quería decirle que mis intenciones hacia usted corresponden a sus sentimientos, y por eso...mañana me presentaré con su padre…
- Pero…- estaba realmente confundida, pero sin dejar de mirarla Theodor tomos sus manos entre las suyas y dijo:
- Mi querida Claire…tú serías la compañera ideal para mi vida…

La felicidad de la que tanto le habían hablado estaba por fin frente a ella. Qué raro…si así debía sentirse el amor, a ella más bien le apesadumbraba; hasta Jane, Emily y Eloise, con todo y su amor mal correspondido, parecían más emocionadas.

Mr.Hammett era lo que había aprendido a soñar siempre, cuando su madre predicaba las características de lo que el hombre honorable debía de ser. Era imposible dormir mientras en su cabeza se revolvían las más serias dudas, ¿habían sido las cosas así, naturales?, ¿había elegido ella a quien amar o ella había sido escogida como lo más conveniente?, como quien escoge un caballo para una competencia. Por fin, el cansancio la venció y sus ojos se cerraron…

Aún no entraba el alba. La brisa de la fría madrugada envolvía a una frágil figura que caminaba aferrada a un saco por las colinas de las afueras de Woodshire. Con paso firme y rápido la figura iba alejándose más y más del pueblo. Era Claire; era ella huyendo del único lugar que había conocido en su vida, de su destino que estaba pronto a cumplirse. Aquella noche su mente le había mostrado algo, y ahora estaba convencida. En un arrebato de lucidez – muy cercana a la locura- entendió que debía ir a buscar a la única persona que podía hacerla feliz. No, no era el chico de sus sueños en la persona de Theodor Hammet. La felicidad estaba al lado de aquellos hermosos ojos grises que la transgredían cada noche: el hombre de sus pesadillas.

5 comentarios:

Elizabeth García dijo...

Mmm.... qué miedo, pero qué tierno!!! Creo que es m´'as fácil encontrar al hombre de tis pesadillas que al de tus sueños, a mí me pasa cada rato jaja!! En fin interesante cuento, me gustó el final ehhh!!!

Elizabeth García dijo...

Por cierto, ¿todos los personajes son ficticios verdad?

Patty Stardust dijo...

Tan ficticios como los del hermano escritor en The Darjeeling Limited...

Jesús Serrano Aldape dijo...

Pues está lleno de bellas imágenes sacadas de los románticos, y el final es más bien gótico (¡¡¡¡¡darky potencial!!!!!!!!!, hasta asustaste a la Elis) es un buen ejercicio de recreación de épocas, sacaste tu lado J.K Rowling al elegir los pomposos nombres de los protagonistas, me latió porque no anuncia el gran acontecimiento, es sobrío y no es ostentoso, eso lo dejas entre comillas, lo cual le da una sensación hipnótica al texto y es cinemático hacia al final con la descripción del plano y el personaje alejándose. Sin duda los escritos se emparentan en gran forma a quien los escribe, y pues, lejos del realismo mágico, parece que ese personaje no podría ser otra que tú, en lo poco que conozco de ti. Ese rollo de querer vivir en otra época es genuino, sí, la Pato Stardust es de la extinta escuela de los románticos. Otro ejemplo de que lo que la ficción dice no debe ser la vida real. En fin, un bonito texto. Y pues neta, si no has leído a los góticos lee de perdis a Poe, tu rollo está cercano al de ellos. (jajaj, al leerlo me entró mi vibra de ex adjunto, así que perdonarás el sesudo comentario, aunque preferible, creo, a un "ta chiro pato")

vientos huracarranos.

Luis Frost dijo...

tienes premio en mi blog.