Tim Burton es un genio…que poco objetiva…whatever, es mi blog, o no?
Hasta cuando él no escribe el argumento, sus películas se tornan en universos sólo capaces de ser creados por su mente. La primera vez que la vi fue el miércoles y quedé impresionada: toda la majestuosidad de una producción burtoniana, y la oscuridad inherente a ellas, esta vez no sólo en términos de temática sino, ahora sí, al extremo en la ambientación, la fotografía, el vestuario y la sangre…además de que la cinta supone su incursión en el musical, con el que había coqueteado discretamente en Charlie and the chocolate factory.
La historia era una leyenda urbana del siglo XIX, sin embargo, el referente más importante es el musical de Broadway que en 1979 escribió Stephen Joshua Sondheim, el principal creador de su generación de obras de teatro musical, según Wikipedia. Y entonces me di a la tarea de conocer más pormenores, es decir, busque en Youtube videos de la puesta en escena teatral cuya escenografía no es tan espectacular como la fuerza interpretativa de los actores y sus extraordinarias voces, pero permite que mientras la barbería de Mr. Todd se ve en lo alto , una serie de acciones simultáneas se sucedan alrededor. Burton recupera esta característica y a través del montaje, logra conmovedores, ágiles y efectivos duetos.
Tim Burton desaparece la exageración actoral propia del lenguaje teatral, y deja en manos de no-cantantes a sus protagonistas, lo cual los humaniza y les da credibilidad cinematográfica. De antemano sabemos que Johnny Depp es un gran actor (y ahí si no lo digo nada más yo), pero si esta cinta la hubiera hecho antes de Pirates of the caribbean este sería EL papel, y no su Jack Sparrow; su interpretación resultó ser tan buena que Burton aseguró que había cantado como el mismísimo David Bowie (Tim quiere mucho a Johnny…).
Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen también hacen lo suyo, pero para mí, si alguien es capaz de robarse la película es Helena Bonham Carter como Mrs. Lovett, la cocinera viuda enamorada del señor Sweenney Todd y que será su mejor aliada y a la vez la peor. Nunca antes le había dado Tim Burton tal oportunidad de lucirse, a pesar (o debido) a la relación sentimental que los une desde hace ya muchos años, sin embargo con Mrs. Lovett se aprovechó y conformó un personaje igualmente cínico que conmovedor. Para muestra sólo hace falta escucharla cantando By the sea.
Una de las características que más me gustan de Tim Burton, bueno son varias en realidad, es su capacidad para engañar al espectador haciéndole creer que lo más importante de sus obras es la propuesta visual, pero en realidad sólo te hace caer en la trampa de lo “bonitas” que resultan sus películas para contarnos historia crueles y tristes acerca de la decadencia de la sociedad: intolerancia, puritanismo hipócrita, pobreza y las injustas relaciones de clase, envidia, muertes solitarias, desencuentros sin remedio, relaciones familiares rotas…
Por otro lado, si hay algo que disfruto en sus cintas es su continúa autoreferencia, obvia en algunas ocasiones, bastante oculta en otras. Por ejemplo, si bien en Big Fish ya había aparecido un artefacto en forma de mano con utensilios en lugar de dedos (destapadores, abrelatas, etc, menos tijeras), la escena de Sweenney Todd… que resulta un homenaje a sí mismo y a su actor fetiche, es en la que Benjamin Barker solo, frente al ventanal de la barbería, se reencuentra con sus amadas navajas, y con el brazo extendido y la herramienta filosa en la punta exclama: “¡Por fin! Mi brazo está completo de nuevo”.
AH, Y POR CIERTO QUE…
Siempre he temido al “primer día de clases”, pero no el primer día de cada cotidiano semestre, que ya después del tercero es como un día como cualquiera, sino justo ese momento en el que nadie se conoce, todos sonríen amable, pero tímidamente a los demás…y…nadie habla.
Lo mejor que puede pasar es empezar una plática banal con alguien y que descubras un bonito ambiente de gentileza y buena ondita. Malo, es cuando llegas tarde y todo el mundo voltea, como quien observa a un espécimen de laboratorio, al que se esfuerza por pasar desapercibido. El siguiente paso molesto en este ritual del primer día es un típico “Bueno, ya me presenté yo, ahora quiero que cada uno de ustedes lo haga, digan su nombre y que esperan aprender” (Por eso, entre otras cosas, admiro a Diana Marenco, no es su problema quien seas mientras cumplas cabalmente tu papel de alumno).
El verdadero problema es cuando tu nuevo profesor, dice “Siempre acostumbro grabar las presentaciones de los alumnos…” . “Ah que bien, por un momento pensé que iba a pedirnos que nos pusiéramos a cantar…” y luego reaccioné: “ ¿Qué? ¿Por qué? Noooo…”, demasiado tarde, cuando menos lo esperaba ya tenía el ojo poco compasivo de la cámara frente a mi cara…